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EL DERECHO DE LOS EMIGRANTES

Padre Pedro Serrano García



Según la Biblia y la Ciencia
Dios, advierte a los gobernantes de las naciones: “Maldito quien defraude en su derecho al extranjero” (Dt 27,19). “No oprimáis ni humilléis al extranjero, porque extranjeros fuisteis en Egipto” (Ex 22,20).
Es más, el pueblo elegido por Dios para revelarnos la salvación en Cristo, comenzó con los patriarcas, que como pastores nómadas fueron emigrando de sus respectivos lugares de origen hacia la tierra de Canaán, donde se establecieron y formaron el pueblo de Israel.
Incluso si nos fijamos, las civilizaciones de todos los pueblos han sido construidas por emigrantes; pues la humanidad comenzó con las primeras parejas de humanos (homo sapiens) que surgieron en la zona del Cuerno de África hace unos 160.000 años; desde allí fueron emigrando hacia todos los continentes, regiones y zonas del planeta, hasta poblar toda la Tierra.
Por tanto, Los seres humanos, hemos sido creados y revestidos de dignidad como personas e hijos de Dios, mucho antes de que aparecieran los clanes y tribus en la prehistoria; somos imagen, semejanza e hijos de Dios, antes de que se configuraran las razas, las culturas y las naciones. Somos personas antes que las clases dominantes establecieran las fronteras para satisfacer sus ambiciones de riqueza y poder. Los hombres y mujeres de cualquier pueblo, tienen derecho a ser ciudadanos de una nación (por nacimiento o elección), al mismo tiempo que son ciudadanos del mundo.

Causas de la emigración: el Capitalismo
Desde los inicios de la industrialización en el siglo XVIII hasta nuestros días, se ha fortalecido el sistema capitalista, neoliberal y globalizado, que divide a los habitantes de cada nación en dos clases: ricos y pobres; y a los pueblos de la Tierra en: desarrollados y subdesarrollados.
Los pueblos del Tercer mundo sufren de manos de la clase dominante del primer mundo, que cuenta con las alianzas de las oligarquías de países empobrecidos, toda clase de explotación y opresión: neocolonialismo político, saqueo de sus recursos naturales a manos de las multinacionales; la corrupción e impunidad de sus propias oligarquías, valiéndose de la subordinación del Estado.
Así, el empobrecimiento de los sectores populares va provocando la emigración en oleadas: primero, del campo a la ciudad; segundo de las ciudades modestas a las más industrializadas; y tercero, de los países en vías de desarrollo a los potentes Estados, generalmente Estados Unidos, Canadá y de la Unión Europea.

Humillaciones y peligros
Durante los siglos XX y XXI en los cinco países centroamericanos, la población humilde del campo y de la ciudad, han sido forzadas a emigrar a los Estados desarrollados, principalmente a Estados Unidos. Mientras del Norte vienen las multinacionales a saquear nuestros recursos. Los trabajadores de Honduras han de ir a mendigar un empleo marginal y un mísero salario, ya que de ellos y ellas ningún poderoso o enriquecido se preocupa.
No acaban aquí las angustias de los emigrantes. Pues al pasar por México muchos centroamericanos y hondureños son secuestrados por los traficantes de personas para sacarles dinero o torturarlos y matarlos. Tampoco en Estados Unidos terminan las penas para los que llegan, si no mueren en el intento; pues muchos son detenidos, encarcelados y expulsados del país. Cuando encuentran trabajo, los empresarios los explotan por unos míseros centavos sin derechos laborales ni seguro de enfermedad. En otros países europeos tampoco están bien vistos. Se está aprovechando la crisis económica para poner más trabas a la inmigración, como las redadas de emigrantes, centros de internamiento sin orden judicial, expulsiones aunque tengan hijos europeos y otros males más.
Los propios emigrantes están dominados por la cultura individualista, por lo que se suelen dar divisiones entre ellos, lo que dificulta la defensa de sus derechos.
Los grandes países, en tiempos de bonanza económica atraen a los emigrantes, pero  cuando llegan las crisis, los expulsan y persiguen sin misericordia.

Constructores de nueva humanidad
Sin embargo, los emigrantes no son parásitos sociales ni van a quitar el pan a los nativos. Al contrario, con su trabajo e impuestos (que no quieren los nacionales), contribuyen al desarrollo del país de acogida, a sostener la seguridad social y las pensiones de los jubilados nativos. Con su iniciativa, su arte, lenguas y costumbres, están haciendo posible una nueva civilización multicultural y fraternal.  Un país desarrollado, donde las familias apenas tienen hijos, sin los emigrantes les sería imposible mantener el desarrollo alcanzado.
A su vez, con las remesas que envían a sus familiares de los países de donde proceden, benefician el Producto Interno Bruto. Con el dinero de las remesas pueden las autoridades hondureñas crear empresas que aumenten los puestos de trabajo además de favorecer la liquidez de los bancos.

Alternativa
Las burguesías de los países de acogida, nunca darán derechos a los emigrantes, éstos han de conseguirlos con la organización, la concientización, la solidaridad, la reivindicación y la lucha pacífica.