EL PAPADO
Pedro
Serrano García
En todas las
religiones hay luces y sombras. Hay quien adora a Dios sirviendo a los seres
humanos desde su confesión religiosa, y hay quien se sirve de la religión para
su propio provecho. El problema de la religión, incluidas las iglesias
cristianas, no es sólo de sinceridad personal, sino de estructuras favorables o
contrarias al hombre. Habrá que ir reformando las que ya no sirven y
potenciando las que siguen en consonancia con el mensaje salvífico de Jesús.
Aquí me voy a referir a la visión estructural del Catolicismo.
Cristianismo de los orígenes
A partir de la
resurrección de Jesús, discípulos y discípulas fueron dando continuidad al
seguimiento de Jesús, agrupándose en comunidades, sin estructuras, ni
jerarquías ni sacerdotes. Primero se fue propagando el cristianismo con los
judeocristianos por el mundo israelita; después con los creyentes helenistas se
expandió por los pueblos gentiles de cultura grecorromana.
Iglesia constantiniana
Desde el siglo
II, tuvo el cristianismo una gran difusión; se hizo necesario, pues, los
escritos del Nuevo Testamento y una organización inicial que fue concretándose
en obispos, presbíteros y diáconos, elegidos por los propios integrantes de las
comunidades.
Pero a partir
del siglo IV, con el pacto de la Iglesia con Constantino y sucesivos emperadores,
la Iglesia fue pasando de comunidades diversas y libres a una estructura de
poder aliada con el imperio.
Más tarde el
papa, de ser el primero entre iguales acabó en autoridad máxima y única,
cuestión que no fue aceptada por los ortodoxos orientales, lo que motivó la
ruptura.
Reforma de Gregorio VII
Cien años
estuvo el Papa sometido a la nobleza romana; pero a partir de que el papa Juan
XII coronó al alemán Otón I rey sagrado de la Cristiandad; renació el Sacro
Imperio Romano (955-964).
Con la reforma
del papa Gregorio VII (1073-1085), en su lucha contra el emperador Enrique IV
por la hegemonía, hubo separación de poderes entre el imperio y el papado;
surgió la Europa occidental donde el poder político va dejando de tener
carácter religioso y el poder religioso va abandonando sus funciones políticas.
Pero las religiones bizantina e islámica mantuvieron ambos poderes unidos. En
esta reforma, el papa asume todo el poder de Cristo, lo que contrasta con el
Evangelio. El Papa aparece como depositario de todos los poderes, reforzándose en
el Concilio de Trento, como respuesta a la separación protestante; también en el
Concilio Vaticano I se acentuó el poder del papa.
Bajo la teoría
de las “dos espadas: eclesial y monárquica”, la concentración del poder en la
Iglesia siguió creciendo durante la Edad Media, imponiéndose sobre el emperador
y los reyes. La corrupción y la violencia fueron usadas por pastores buscando
riquezas y dominio. Hubo papas y obispos guerreros, Estados pontificios,
inquisición y cruzadas contra infieles.
El Evangelio no se ofrecía con amor, se imponía con la espada.
Trece poderes del papa
De un
cristianismo comunitario sin papas, ni obispos ni sacerdotes, el papado -una
vez que surgió-, a lo largo de la historia fue adquiriendo una gran
concentración de poderes.
Ciertamente, “según
el Evangelio, vicario y presencia de Cristo son los pobres (Mt 25,31-46) y
aquellos que ofrecen su vida y palabra a favor de los pobres (Mt 10,40-42)”.
Pero en el papado se concentra varios poderes, entre los que destacamos: 1,
poder político y diplomático; 2, poder magisterial; 3, poder misionero, 4,
poder interpretativo de la Escritura; 5, poder sacramental; 6, poder
ministerial; 7, poder legislativo; 8, poder ejecutivo; 9, poder judicial; 10,
poder espiritual; 11, poder sobre las congregaciones religiosas; 12, poder
patriarcal y supremacía de género; y 13, poder económico. (Xavier Picaza, “Historia
y futuro de los papas”, Editorial Trotta, Madrid 2006, pp. 177-185).
Tal vez la
reforma de la Iglesia que Inició el Concilio Vaticano II (frenada a partir de
Juan Pablo II), hay que continuarla con una democratización de las estructuras
de la Iglesia. ¿Habrá que abandonar el Estado Vaticano…? Asimismo, un
testimonio mayor de pobreza y sencillez de sus agentes de pastoral, así como
una defensa profética más radical de los empobrecidos de la Tierra. La Iglesia
debe condenar y luchar contra el ídolo del capitalismo.
Hay que tener
en cuenta que la jerarquía debe actuar en consonancia con el Evangelio. Así
pues, la cita referida a Pedro de “todo lo que atares en la tierra será atado
en el cielo”, sólo se puede entender,
según la opción de Jesús que dijo: “no he venido a ser servido sino a servir y
a dar la vida por muchos”; “vosotros no
seáis como los reyes de las naciones que dominan y esclavizan a los pueblos […],
sino los servidores de los hombres”.
Aun así,
muchos papas y obispos han sido santos; Juan XXIII y el pastor mártir Romero
son una muestra. Pero este artículo se escribe para que los católicos con su
jerarquía seamos más fieles al mensaje liberador de Jesús. No basta con
documentos eclesiales bonitos si nos seguimos manteniendo en un conservadurismo
a ultranza. Hay que emprender con libertad, fe y energía la reforma eclesial al
servicio de los pobres.