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CULTO O JUSTICIA

Pedro Serrano García

El culto a Dios
“La gloria de Dios es la vida del hombre” (San Ireneo). Luego si la injusticia provoca mortandad por hambre, los crímenes y las guerras acarrean muertes violentas, las enfermedades inatendidas  terminan en defunciones, ¿qué debemos hacer para dar verdadero culto a Dios? Está claro, los creyentes de cualquier religión han de comprometerse por la justicia, la paz y la salud de los seres humanos. ¿Para qué? Para que “tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10b).
Pero…., siempre se  ha dicho que el verdadero culto está en las celebraciones religiosas y en las oraciones, ya sean personales o comunitarias. Sí, eso es cierto, y los que aman a Dios deben seguir haciéndolo. Pero sin olvidar la defensa de la vida del prójimo. “Si dices que amas a Dios a quien no ves, pero no amas a tu hermano a quien ves, mientes” (1Jn 4,20). La oración a Dios, debe servir para la defensa de la vida humana. Oración sin justicia es idolatría.
 El verdadero culto a Dios es el servicio al bien común del pueblo (ya seamos creyentes o incrédulos). A ello han de contribuir los políticos, los economistas, los educadores, los profesionales de la salud, incluso los deportistas y los artistas, desde sus propias especialidades. También los religiosos han de poner sus templos, liturgias y cultos (sin lujo alguno) al servicio de la vida plena de los hombres y mujeres.

Pero, ¿existe Dios?
Buena pregunta. Efectivamente, según San Juan (1,18a), “a Dios nadie lo ha visto nunca”. Por tanto, ni los creyentes tienen pruebas de la existencia de Dios, ni los incrédulos pueden mostrar verificaciones de la inexistencia divina. Dios permanece en el misterio para los seres humanos. Es inalcanzable, inabarcable, incomprensible, ilocalizable, invisible, inaudible. Ni nuestros sentidos, ni nuestra inteligencia pueden llegar a Dios; es imposible demostrarlo.  Todo el saber humano es incapaz para afirmar o negar a Dios.

¡Atención! Hay un camino
JESÚS, es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús nos ha revelado que Dios es Padre misericordioso de todos los seres humanos. Luego la conclusión es lógica, si Dios es nuestro Padre, todas las personas individuales o agrupadas en familias, comunidades, pueblos, estados, naciones, razas, etnias, cultura y profesiones somos hermanos. Hay que romper los muros y tapar las fosas que nos separan; hay que abrirnos unos a otros: La globalización empleada para acumulación de capital en manos de una minoría, la hemos de emplear para superar barreras que nos dividen y establecer puentes que nos unan en fraternidad.
Ello nos lleva a la conclusión de que Dios-Padre es el mismo “Dios Amor” (1Jn 4,16).  Sólo Jesús, “Hijo único que comparte la intimidad del Padre, es el que nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18b). Mirando y acompañando a Jesús, vemos y acompañamos a Dios.

Jesús, sí; ¿pero quién fue y qué hizo?
Jesús fue un judío laico y soltero que vivió en el siglo I, pobre entre los pobres. El mismo Jesús dijo de sí: “Hasta las zorras tienen madrigueras y los pájaros tienen nidos pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). Se dedicó a anunciar el reinado de Dios, curando a los enfermos, dando de comer a los hambrientos, liberando a los oprimidos y haciendo felices a los pobres. Por eso, murió ajusticiado en la cruz a manos de los enriquecidos jerarcas religiosos que lo acusaron de blasfemo y de las opulentas autoridades romanos que lo crucificaron por terrorista. Aunque nos reveló a Dios como su Padre y nuestro Padre, no fundó templos ni liturgias, ni personas consagradas, ni sacerdotes. Solamente promovió un movimiento de hombres y mujeres libres para continuar con su causa de liberar a los oprimidos, como signo evidente de que el reinado de Dios ya está entre nosotros.
Entonces, ¿qué debemos hacer?
Lo mismo que Jesús, pero conforme a los signos de los tiempos. Jesús mismo nos lo dijo: “por los frutos se les conocerán de que son mis discípulos” (Mt, 7,16). Asombra que la manifestación fundamental de Jesús, consiste en dar de comer a Jesús en los hambrientos, pero no se nos preguntará por cuantas celebraciones y liturgias magníficas, catedrales e iglesias grandiosas hicimos.
Luego podemos afirmar, que los templos, liturgias y celebraciones (a ser posibles que no les falten sencillez), son buenos si sirven para liberar a los oprimidos defendiendo la dignidad y los derechos de los pobres.  De lo contrario, son basura que no sirve para nada.

Honduras cristiana
Honduras, es una sociedad mayoritariamente cristiana, pero denunciamos la hipocresía de muchas autoridades, civiles, empresariales, terratenientes, militares y religiosas, que escudándose en leyes civiles o liturgias eclesiásticas, olvidan liberar a los oprimidos desde sus respectivas actividades. Jesús afirmaba: “más valdría atarse una piedra al cuello y tirarse al mar” (Mc 9,42). ¡Basta ya de corrupción, impunidad y represión! Quien se caya ante la injusticia, colabora con ella.